No llego a entender el revuelo que se ha montado por el supuesto/presunto/desmentido proceso de divorcio de la Infanta Elena. La vida está llena de decisiones, algunas importantes otras no tanto. Y si bien es cierto que ninguno podemos elegir donde o cómo nacemos (porque si no todas tendríamos los ojos de Audrey Hepburn) sí que podemos encarrilarnos poquito a poco y pasito a pasito a donde queremos llegar.
Y ahí está el quid de la cuestión: si usted quiere divorciarse como todo hijo de vecino, piense que todo va en el mismo paquete (que no es el de Infanta de España): a saber, nada de reverencias, ni trabajos prodigiosamente bien pagados, ni viviendas de tropocientos metros, ni nada que no sea la rutinaria y maravillosa normalidad.
Y si no es así, pues ya se sabe, o se es tan lista como Carolina o a aguantarse con el consorte de turno.
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