sábado, 18 de octubre de 2008

Kurt en el kiosco


No conozco a Kurt. Sé que gritó en una ocasión "¡Linkadme hasta morir!", que es un confeso pro-Duval, "Superafavor de Norma, de su profesión difusa y de su prole imposible con ese ser innombrable (por favor, los que luzcáis melena, meneadla en este momento, como homenaje nórmico)", y poco fan de la Cantudo a quien encontró un día "Arregladísima como sólo ella y los maniquíes de SEPU (R.I.P.) saben ir".

Me he reído hasta hacer peligrar mis meninges (algo muy de agradecer en estos tiempos de pixi y crisis) con su blog, en la que entre otros imprescindibles he encontrado una explicación a por qué muchos compradores habituales de publicaciones impresas se resisten a caer en los confortables brazos de la suscripción.

Ahí va. Tomen nota:

"Una de mis adicciones son las revistas de tendencias y de estilo de vida en general. La considero una adicción bastante bizarra, pero, vista la tirada que declaran estas publicaciones, debe de ser un comportamiento relativamente corriente entre el gran público. (...) Yo las compro con orgullo. Y si no me suscribo es porque sería una tortura para mi no poder disfrutarlas el mismo día que salen, y en perfecto estado, sin pliegues y dobleces bastos (ese terrible efecto intentando-meter-en-el-buzón-algo-que-no-cabe-y-acaba-cabiendo)."

Este post "remanece" de 2004. Cuatro años después anda el hombre preocupado por los efectos de la crisis y la chispa de sus textos deja paso a una melancolía no menos atractiva. En cualquier caso, impagable Kurt.

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